Balón de barro

 

Relato

Prologo:

   Las personas cresen y suele olvidarse de su pasado. Pero un momento una lluvia, un comentario o un accionar lo obligan a recordar. Y sin poder evitarlo debe salir un momento de ese mundo de adulto lleno de preocupaciones y responsabilidades. Para recordar esos momentos donde la felicidad obligaba a ignorar el clima, tiempo y deberes solo para jugar un rato más. 


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Balón de barro.

Hoy es un hermoso día y aprovechare para salir a caminar. Tengo que hacer unos trámites y debo ir al centro de la ciudad. Tramite de adulto. Los típicos aburridos. Debo pagar impuestos, servicios y comprar insumos. Te das cuentas que te vuelves viejo cuando cambias las salidas de tu caza para ir a jugar para ir al supermercado.

Salgo del supermercado y el cielo se cubrió con una gran nube densa. No parece llover. Esto es típico de esta época del año. Ya salimos del hermoso invierno y comenzamos la primavera. Se comienzan los días con algunas nubes y a las pocas horas comienza una lluvia torrencial.

Este cambio de clima me obliga a volver rápido a casa. Tengo que tomar el atajo para llegar más rápido. Y cuando lo voy cruzado comienza a caer una lluvia muy fina. Y al extender mi mano observo muy detenidamente el terreno baldío por donde cuza el atajo. Para perderme en un recuerdo.

Hoy es sábado y ya son las nueve y media de la mañana. Salgo de la catequesis y estoy con la bicicleta de mi mama. Al parecer va a llover. Me dirijo al atajo para llegar más rápido. En el campo hay dos compañeros de la escuela y el hermanito de uno de ellos. Están jugando a la pelota en una canchita improvisada con un arco echo de dos palos.

Yo paro al verlos. Ignorado el cielo gris y sin saber qué hora es me pongo a jugar con ellos. Solo somos cuatro para hacer un partido. Y hacemos un juego simple, él que mete el gol entra a atajar. Balón va balón viene. Goles tontos pasan y festejamos como si fuéramos jugadores de la selección en el mundial.

Un trueno se escucha a lo lejos. Nosotros solo seguimos jugando. Creemos que la tormenta nos va esquivar. Me toca ir al arco, luego de un gol espectacular. Una fina lluvia comienza a caer. Pensaba irme, pero seguí jugando. Una lluvia tan tenue no hará nada.

Pasa un buen rato y el piso se torna resbaloso provocando que nos caigamos de la nada. El balón blanco se tiñe de un color castaño. Y la fina lluvia sigue cayendo.



Estamos muy empapados riendo y corriendo en una cancha de agua, barro y pasto. Sin notarlo la lluvia cae más fuerte. Solo jugamos y jugamos. El tiempo pasa y ya no podemos patear culpa del abundante barro.

Pienso en irme y voy a buscar la bici que la deje debajo un árbol. Siento algo que me golpe por la espalda. Una gran y sucia bola de barro y pasto.

Mi mente solo razona dos cosas. Ya estoy sucio y mojado. Ignoro totalmente todo el tiempo que he estado. Entierro mi mano en el barro y me uno a la feroz batalla.

El balón fue pateado a varios metros y queda en segundo plano. La lluvia torrencial inunda la pequeña cacha. El pisoteo previo contribuyó a que la tierra se aflojara. Y fábricas de municiones con abundante material se pusieron en marcha.

La tregua solo es un momento para planear el siguiente ataque. No existen bandos. Las traiciones más puras se viven en este campo de batalla. Nuestras sonrisas y risas suenan al ritmo de la lluvia.



Grande y abundantes municiones vuelan por el aire. Pequeñas y veloces se hacen imposible de esquivar. El campo de batalla cambia continuamente. En algunos momentos nos enfrentamos dos contra dos. Luego una traición cambia todo y se hace un tres contra uno. Para llegar a un pondo que nadie confía en nadie. Y la guerra se vuelve todos contra todos.

En ese momento no miramos. Solo tiramos, esquivamos y tiramos para todos lados. Y la lluvia solo cae para inundar cada vez más el campo.

De lejos se escucha el grito de unas madres llamando a sus hijos. La paz se declara y el fin de la guerra con ella. Cada uno se retira a su casa sin saber qué hora es.

La cancha con su arco de dos palos queda sola y cubierta por un manto de agua. La lluvia va cesando mientras me dirijo a mi casa. Yo me encuentro todo empapado en un baño de barro y pasto de pea cabeza. Mi remera blanca se tiño de colores verdes y castaños.

Voy lento a mi casa pensado que le digo a mi mama y que no me rete por haber jugado en el barro. Al llegar me abre la puerta y paso.

Llego justo a casa la lluvia se larga. Recuerdo haber llegado cerca al medio día. A esa hora el aroma a comida caliente inundaba el habiente. Y la voz de mi madre preguntándome que me había pasado. Yo diciéndole que me había caído en el barro. Ella solo aparento creerme.

No me castigo nunca. Pero una gripe apareció. Y ella se encargó de enseñarme a no meterme en guerras de barros.

 

Fin.




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