Revolución en Brotan
Prologo:
Revolución en Brotan.
Hay historias que se pierden atrás ves del tiempo. Relatos que solo
se cuentan al poco tiempo de su surgimiento. Luego son enterrado por
una historia más grande o por el pasar de los tiempos.
Entro enfurecido a la sala del rey. Los guardias no buscan
detenerme.
— Alto ahí ¿Quién te crees que eres para entrar a mi sala de esa
manera? — habla el nuevo rey de Brotan.
— Usted sabe bien quien soy.
— Salomón. El gran león blanco de Brotan. Gran líder entre las
tropas de mi reino. Ahora ya que has venido me podrás explicar
porque Calem aún no es parte de este reino. Esperaba que alguien
como tú lo lograra.
— Eres un maldito. Mandaste a tus tropas a morir sin una causa
nobles y con mentiras. Le dices a tu pueblo que Calem se preparaba
para atacarnos. Pero cuando palie contra ellos no peleaba contra un
ejército ya preparado. Luchamos contra sus propios ciudadanos.
— A mi respétame y no me trates como tu igual. Yo soy tu rey. Y si
te mando a luchar debes ir sin importar las razones. Además, si
hubieran sido simples ciudadanos porque no acabaste con ellos.
— Rey ¿Tú mi rey? Un verdadero rey es más que un título, una corona
y un trono. Su padre era mi rey, mi comándate y uno de los mejores
guerreros de este reino. Me pregunta porque no los derrote. No
fuimos a pelear contra soldados y tampoco contra simples ciudadanos.
Peleamos contra la voluntad de ser libres. Eso es más poderoso que
cualquier ejército y que todo el poder que usted crea tener.
— La gran fuerza de un corazón libre. Viejas historias de la gran
guerra sobre guerreros que llevan el deseo de la libertad en sus
corazones. Y el deseo de libertad era tan fuerte que junto a todas
las alianzas a pelear por un bien común. Pero la realidad es que
formaron un gran ejército que acabo con un enemigo común. Un rey con
un gran ejército tiene mucho poder y eso gana guerras y no los
sentimientos. Lo que paso es que tu desobedeciste mis órdenes. Te
dije que hagas todo lo posible. Debías haber incendiado ese bosque
con todos ellos. Si era necesario. Te ganaron porque tenían la
ventaja del terreno y de seguro entrenaron a los animales salvajes
para su propia protección.
— Usted cree que una atrocidad de ese nivel ayudaría a lograr algo.
Créame que si hacíamos eso llamaríamos la atención de todas las
alianzas y pondría en riesgo su reino.
— Tantos años en la guerra y aun eres ingenuo ¿Crees que somos el
único reino con un gran ejército? ¿Crees en la gran alianza luego de
la gran guerra? Solo es cuestión de tiempo para que empiecen a
buscar conquistar nuevamente para tener más poder. Yo solo fui el
primer rey que lo intenta y esto es por el bien de mi reino. Y tu
desobedeciste la orden directa de tu rey. Lo que yo pido se cumple.
Ahora entrega tu espada, tus títulos te serán arrebatados e iras
preso por desobedecer ordenes directa de la corona. Guardias
agárrenlo y llévenselo.
Siete guardias se acercan dudosamente apuntado sus lanzas. A todos
ellos yo lo he entrenado. Conozco sus nombres, sus familias y sus
sueños. Están atemorizados por mi gran tamaño.
Soco mi gran espada
alzándola sobre mí y cortando los rallos del sol que entran por la
ventana. Velozmente y con una fuerza descomunal cae. Destroza el
piso y se clavada al frente de mi reflejando mi cara.
— Chicos sé que ustedes solo tienen que seguir órdenes. — levanto
mis manos —. Iré sin resistirme.
— Como en la sabana, todo león sabe quién es el alfa. Métanlo en el
calabozo sin comunicaciones. Y requiero que busquen a Bartón. Él
cumplirá mis órdenes.
Me encerrado en un calabozo. Una pequeña ventana me permite por
última vez admirar la hermosa sabana que rodea el reino. Dos
guardias resguardan mi puerta. Y solo me queda esperar el día de
mañana. El nuevo rey seguramente habrá decretado mi muerte por no
haber cumplido sus órdenes. Yo solo espero que esos grandes
guerreros logren proteger su bosque. Esa atrocidad que mando a hacer
traerá un gran problema al reino.
Cae la noche y no puedo dormir. Se escucha unos pasos acercándose a
mi puerta. Y una vos femenina hablar con los guardias. Luego de
decirle a los ellos que siente por lo que tiene que hacer. Se
escucha el ruido de sus dos armaduras golpear el suelo. La puerta se
abre. Y una pequeña figura encapuchada se encuentra detrás de
ella.
Sentado en cama y preparado para el ataque me encuentro. De seguro
es un asesino que mando el rey. Matarme públicamente no le conviene.
Pero se retira la capucha dando a conocer su rostro.
— ¿Estas cómodo mi comandante?
— Meredid la tigresa ¿Qué haces aquí? ¿El rey te mando a
matarme?
— Te vengo a sacar. El reino te necesita. El rey mando a quemar ese
bosque y toda la nobleza lo apoya. Hay que detenerlo.
— ¿Cómo confiar en ti? El rey es tu primo. Tu eres de la
nobleza.
— Seré de la nobleza. Pero soy una tigresa de Brotan. Y como tan
fui entrenada por mi tío para proteger a Brotan de cualquier
amenaza. Tu y yo estuvimos en el mismo batallón, peleamos juntos en
la gran guerra y aun no confías en mí.
— Tienes razón ¿Qué planes tienes?
— Antes debemos salir de este lugar. Creo que se han dado cuenta
que alguien entro.
— ¿Eso crees? No creo que el haber golpeado a estos dos hayas echo
tanto ruido.
Salimos da la celda y bajamos por la escalera. Cruzamos un pasillo
que nos llevara a la gran entra principal. Pero un guardia se
encuentra parado en el medio para evitar que logremos escapar. Me
acerco a él de manera rápida y mientras blande su espada. Busco
golpearlo antes que la logre levantar.
Algo inusual pasa. No
llego a tocarlo y el guardia no levanta su espada. Lo observo más de
cerca y se encuentra inconsciente. De pie, pero inconsciente. Su
fuerza de voluntad ante su deber me llega a impresionar. Pero no
tarda mucho y se desploma en mis brazos noqueado. Con suavidad busco
dejarlo recostado a un lado.
— Esa es la fuerza del gran león blanco. Ya ni los tienes que tocar
para derribarlos — dice Meredid —.
Nos dirigimos a la entra principal. Las grandes puertas se
encontraban abiertas. Muchos guardias se encuentran noqueados y mal
heridos.
— Ahora sé porque querías huir tan rápido.
— Tú crees. Me pareció que eran más que un par de guardias.
La noche nos protege y permita que escapemos sin que nadie nos vea.
Al día siguiente carteles con mi rostro adornan la ciudad. Soldados
reales me buscan por traición. Evito salir durante el día, pero una
preocupación me arrastra a la calle.
Agarro una capa y Meredid trata de evitar que salga. La miro a los
ojos y ella solo se aparta. Camino entra calles y callejones poco
transitados para evitar cruzarme con personas. Llevo tapado mi
rostro con una capa que apenas me llega a las rodillas. Ciudadanos
me ven solo pasar. Algunos me reconocen y solo deciden
ignorarme.
Luego de barias calles y esquivando soldados reales llego a mi
casa. Entro por la puerta trasera con el gran deseo de volver
abrazar al amor de mi vida. La casa se encuentra toda destrozada.
Corro por toda la casa gritando. Y no encuentro a Labán.
Subo a nuestra recamara. Por la ventana observó una gran multitud
agrupada. Me acerco cautelosamente por el borde de un callejón. En
el centro se encuentran cinco soldados liderados por Barton y un
hombre arrodillado. Lebán levanta su rostro lleno de lágrimas. Aun
tenia puesta el kimono que le regale en su cumpleaños. Se encuentra
arrodillado, con las manos atadas y sin poder hacer nada.
Vecinos observan temerosos y con ira. Labán se da cuenta de mi
presencia. Doy un paso para irlo a rescatar. Pero con un gesto de
negación y su mirada me detiene. Sabe que no podré hacer nada sin un
arma. Braton saca su espada y levanta su filo. Dos vecinos buscan
interponerse, pero los demás guardias los atacan brutalmente.
— Mi amor, no puedo evitarlo.
Mis lágrimas caen sin poder pararlas. Él sonríe ante su ejecución.
Braton declara que esto es un ejemplo para todo aquel que desee
cubrir a un criminal.
El filo cae rápidamente. Y en se momento las calles se empiezan a
teñir de rojo. Mi humanidad comienza a morir y mi mundo se tiñe de
gris. Cierro mis ojos entre lágrimas. Gritos de vecinos inundan el
aire. Acaban de matar al ser más bondadosos y amado de Brotan.
Le doy la espalda a la ejecución y entre lagrimas camino. Recuerdos
no me dejan caminar. Su piel, su aroma y sus labios jamás los volver
a tocar. Me siento impotente y sin razón para pelear.
Meredid me encuentra
tirado en un callejón con los ojos cerrados y son poder abrirlos.
Ella y dos personas más me levantan y meten a una carreta. Yo sigo
sin reaccionar. Pero de manera rápida nos vamos de lugar.
Llegamos a una antigua iglesia. Meredid me guía. De mis ojos
cerrados siguen brotando lágrimas y mis labios sellados no puede
surgir ninguna palabra.
Pasan unos días. Y nos mantenemos escondidos debajo el suelo. Yo
sigo sin poder hacer nada. El recuerdo de su ejecución me ataca
repetidas veces. De mí solo queda un cascaron vacío y postrado en
una cama sin poder pedir que terminen con su sufrimiento.
Meredid en un momento entra a la habitación. Me encuentra sentado
en la cama. Sigo sin abrir los ojos y sin poder gesticular una
palabra.
— Samuel. Sé que perdiste al ser que más amaste en tu vida. Pero
están pasando muchas cosas. Braton se fue del reino y al poco tiempo
volvió con todo el ejército. Rumores dicen que una atrocidad muy
grande realizo el ejército de Brotan. Y por esa razón las grandes
fuerzas de la unión vienen al reino. Además, la muerte de Labán no
fue tomada bien por el pueblo. El reino se está cayendo y necesita a
su gran león blanco. Hoy vendrán grandes aliados y aremos en una
reunión en la sala común. Te necesitamos hay. Labán quisiera que
peles. — queda unos minutos en silencio —. Chicos entre lo que
trajimos. — dos soldados de la resistencia entran con una caja larga
y bien decorada. La dejan a los pies de Samuel —. Esto es un regalo
de Labán. Lo estaba forjando para darte en tu cumpleaños. Lo logre
rescatar de su herrería antes de que lo encuentren los soldados.
Espero te ayude. — la tigresa sale de la habitación y deja a Samuel
solo con el regalo —.
Un pequeño rayo de sol entra por un agujero en la pared. La caja se
encurta abierta frente a mí. El rayo de sol rebota en un objeto
brillante y toca mis ojos. Siento como si una mano cálida secara mis
lágrimas.
Cadenas se rompen y un respirar profundo sale de mi interior. Con
mis manos sujeto el regalo de Labán. Es una espada nueva. Con las
puntas de mis dedos siento sus bordes afilados. Dos dientes filosos
se asoman de la oscuridad. Al empuñarla se siente ligera, a pesar de
su tamaño abismal. Sigo sin poder abrir mis ojos. En la oscuridad se
escucha un caminar liguero, pero de una bestia colosal.
Un rugido abismal hace temblar el reino. Con el trae una gran
fuerza llena de deseo de libertad y venganza. Los nobles se
encierran en el castillo y son protegidos por su gran ejército.
Meredid con coroneles aliados, soldados, granjeros, herreros y los
demás cuídanos encabezan un asedio al castillo. Luchan ferozmente
contra el gran ejercito de Brotan. Pero todos son repelidos por la
fuerza del ejército real.
— Un simple ejército de campesinos, veteranos de guerra y soldados
rebeldes cree que podrá contra el gran ejército. — grita Braton —.
Si se rinden y entregan a sus líderes le perdonaremos sus vidas.
El pueblo de Brotan huye. Meredid los llama a la batalla. Pero
muchos corren por su vida.
Con pasos ligeros entran al capo de batalla. Una bestia de gran
tamaño se dirige a pelear. Soldados y ciudadanos que lo observan
retoman sus armas.
Labán ha muerto y con
el murió mi humanidad. Las cadenas se han roto, el león es libre y
levanta para pelear.
La gran figura se pone a al frente de la batalla. Muchos se vuelven
a reagrupar. Herreros toman sus grandes martillos. Soldados sus
espadas. Ciudadanos toman palos, piedras, cuchillos y herramientas
que tenían en su casa. El atardecer cae en la gran sabana de Brotan.
Las melenas de su cuídanos brilla con el calor de la batalla y los
posibles últimos rallos de sol que podrían ver en sus vidas.
La gran bestia blanca mueve su melena. Respira profundamente.
Levanta su gran espada llamando a la batalla a todos los corazones
libres de brotan. El gran león blanco abre sus ojos. Y observa solo
a quien desea matar.
La furia se siente en aire. El peño ejército revolucionario no se
achica ante el gran ejército real. Samuel suelta su respiración. Con
un gran rugido bestial da la señal. Y todos se preparan para
pelear.
El ejército real quiere avanzar para atacar y acabar con todos
ellos de una manera brutal. Pero el horizonte se llena de banderas y
estandartes. Ejércitos de reinos aliados y reinos desconocidos
rodean a Brotan.
Liderados por su gran tigre blanco, Los revolucionarios atacan
ciegos de ira. Y Braton decide no retirarse de la batalla. Lidera al
ejército real para aprovechando su ventaja numérica.
Soldados de ambos bandos caen. El ejército real no resiste tanto.
Los corazones deseosos de libertad pelean con una fuerza y una
ferocidad despiadada. Dejando al gran ejercito sin oportunidad.
El gran león blanco avanza entre las líneas enemigas. Destroza a
todo aquel que interviene su paso. No quita los ojos de su verdadero
objetivo.
Braton se prepara con sus espadas mientras la gran bestia blanca
sea acerca. Un gran escuro real se interpone en el camino. Samuel
empuña firmemente su espada. El escudero busca poner su gran y
resisten escudo en el camino de su espada. Un filo despiadado movido
por una fuerza monstruosa de la manera rápida corta al escudero y
escudo por la mitad.
Su pelaje blanco platinado es manchando por la sangre. Su mirada
profunda se fija en su presa.
El león ataca rápidamente. Braton usa su gran velocidad para
esquivar sus ataques. Los ataques de la gran espada destrozan el
campo de batalla.
— Con esa gran espada no me lograras tocar.
Samuel hace un giro brutal. Suelta el gran filo arrojándolo hacia
Braton. Pero él logra esquivar la gran espada tras girar y tirarse
para atrás.
— Eso estuvo cerca ¿Pero ahora que aras sin tu gran espada?
Braton se reposiciona rápidamente. Corre preparado con sus dos
espadas para matar. El gran león banco no da señal de querer huir
ante su muerte fatal. Braton con un gran grito de batalla ejecuta su
ataque. Samuel solo se corre a un costado. Su presa divisa por el
rabillo de su ojo un filo brillando intensamente. Sus espadas salen
volando con sus manos sujetas a ellas. Dos cortes precisos por
detrás de sus rodillas se hacen notar. Y lo obligan a caer
arrodillado.
— Un filo oculta dentro de otra espada — con una sonrisa en el
rostro y con lágrimas de alegría exclama —. Esa es la herrería de
Labán. Es su arte. Siempre pone su espíritu en sus obras. Sé que él
me perdonaría mi vida. Pero a pesar de todo, estoy feliz en él final
de mi vida.
— Pero yo no soy Labán.
El gran león banco mira a su presa ya acabada, tirada y sin poder
correr. De una manera respetuosa acaba con su vida. Con el filo
elegante de sus dientes corta su cuello de manera limpia y rápida
para acabar su sufrimiento.
La guerra acaba. El ejército real se rinde. Los nobles son
retirados de sus cargos y expulsados del reino. El rey fue
castigado. El renacer del bosque de Calem será su cárcel y su tumba.
La sabana retoma su equilibrio y paz. Su líder es elegido por el
pueblo. Y la gran alianza se retira de Brotan.
Meredid llega a la casa de Samuel con su armadura elegante. Toca la
puerta, la encuentra abierta y decide entrar.
— Hola. Samuel soy Meredid. La puerta está abierta y yo solo pase
¿Estás listo para el desfile? Es el festejo de la liberación de
Brotan ¿Samuel donde te fuiste?
Pero solo encuentra una casa sola, fría y sin ningún rastro de que
alguna vez Samuel y Labán hubieran vivido hay.
Un gran león corre libre en la gran sabana. Y la vida del gran
león blanco de Brotan solo pasa a ser una historia más, una
leyenda que será parte del folclor de lugar. Y la vida de Samuel y
Labán solo sus verdaderos amigos la conocerán.
Hay historias que se pierden atrás ves del tiempo. Relatos que solo
se cuentan al poco tiempo de su surgimiento. Luego son enterrado por
una historia más grande o por el pasar de los tiempos.
Entro enfurecido a la sala del rey. Los guardias no buscan
detenerme.
— Alto ahí ¿Quién te crees que eres para entrar a mi sala de esa
manera? — habla el nuevo rey de Brotan.
— Usted sabe bien quien soy.
— Salomón. El gran león blanco de Brotan. Gran líder entre las
tropas de mi reino. Ahora ya que has venido me podrás explicar
porque Calem aún no es parte de este reino. Esperaba que alguien
como tú lo lograra.
— Eres un maldito. Mandaste a tus tropas a morir sin una causa
nobles y con mentiras. Le dices a tu pueblo que Calem se preparaba
para atacarnos. Pero cuando palie contra ellos no peleaba contra un
ejército ya preparado. Luchamos contra sus propios ciudadanos.
— A mi respétame y no me trates como tu igual. Yo soy tu rey. Y si
te mando a luchar debes ir sin importar las razones. Además, si
hubieran sido simples ciudadanos porque no acabaste con ellos.
— Rey ¿Tú mi rey? Un verdadero rey es más que un título, una corona
y un trono. Su padre era mi rey, mi comándate y uno de los mejores
guerreros de este reino. Me pregunta porque no los derrote. No
fuimos a pelear contra soldados y tampoco contra simples ciudadanos.
Peleamos contra la voluntad de ser libres. Eso es más poderoso que
cualquier ejército y que todo el poder que usted crea tener.
— La gran fuerza de un corazón libre. Viejas historias de la gran
guerra sobre guerreros que llevan el deseo de la libertad en sus
corazones. Y el deseo de libertad era tan fuerte que junto a todas
las alianzas a pelear por un bien común. Pero la realidad es que
formaron un gran ejército que acabo con un enemigo común. Un rey con
un gran ejército tiene mucho poder y eso gana guerras y no los
sentimientos. Lo que paso es que tu desobedeciste mis órdenes. Te
dije que hagas todo lo posible. Debías haber incendiado ese bosque
con todos ellos. Si era necesario. Te ganaron porque tenían la
ventaja del terreno y de seguro entrenaron a los animales salvajes
para su propia protección.
— Usted cree que una atrocidad de ese nivel ayudaría a lograr algo.
Créame que si hacíamos eso llamaríamos la atención de todas las
alianzas y pondría en riesgo su reino.
— Tantos años en la guerra y aun eres ingenuo ¿Crees que somos el
único reino con un gran ejército? ¿Crees en la gran alianza luego de
la gran guerra? Solo es cuestión de tiempo para que empiecen a
buscar conquistar nuevamente para tener más poder. Yo solo fui el
primer rey que lo intenta y esto es por el bien de mi reino. Y tu
desobedeciste la orden directa de tu rey. Lo que yo pido se cumple.
Ahora entrega tu espada, tus títulos te serán arrebatados e iras
preso por desobedecer ordenes directa de la corona. Guardias
agárrenlo y llévenselo.
Siete guardias se acercan dudosamente apuntado sus lanzas. A todos
ellos yo lo he entrenado. Conozco sus nombres, sus familias y sus
sueños. Están atemorizados por mi gran tamaño.
Soco mi gran espada
alzándola sobre mí y cortando los rallos del sol que entran por la
ventana. Velozmente y con una fuerza descomunal cae. Destroza el
piso y se clavada al frente de mi reflejando mi cara.
— Chicos sé que ustedes solo tienen que seguir órdenes. — levanto
mis manos —. Iré sin resistirme.
— Como en la sabana, todo león sabe quién es el alfa. Métanlo en el
calabozo sin comunicaciones. Y requiero que busquen a Bartón. Él
cumplirá mis órdenes.
Me encerrado en un calabozo. Una pequeña ventana me permite por
última vez admirar la hermosa sabana que rodea el reino. Dos
guardias resguardan mi puerta. Y solo me queda esperar el día de
mañana. El nuevo rey seguramente habrá decretado mi muerte por no
haber cumplido sus órdenes. Yo solo espero que esos grandes
guerreros logren proteger su bosque. Esa atrocidad que mando a hacer
traerá un gran problema al reino.
Cae la noche y no puedo dormir. Se escucha unos pasos acercándose a
mi puerta. Y una vos femenina hablar con los guardias. Luego de
decirle a los ellos que siente por lo que tiene que hacer. Se
escucha el ruido de sus dos armaduras golpear el suelo. La puerta se
abre. Y una pequeña figura encapuchada se encuentra detrás de
ella.
Sentado en cama y preparado para el ataque me encuentro. De seguro
es un asesino que mando el rey. Matarme públicamente no le conviene.
Pero se retira la capucha dando a conocer su rostro.
— ¿Estas cómodo mi comandante?
— Meredid la tigresa ¿Qué haces aquí? ¿El rey te mando a
matarme?
— Te vengo a sacar. El reino te necesita. El rey mando a quemar ese
bosque y toda la nobleza lo apoya. Hay que detenerlo.
— ¿Cómo confiar en ti? El rey es tu primo. Tu eres de la
nobleza.
— Seré de la nobleza. Pero soy una tigresa de Brotan. Y como tan
fui entrenada por mi tío para proteger a Brotan de cualquier
amenaza. Tu y yo estuvimos en el mismo batallón, peleamos juntos en
la gran guerra y aun no confías en mí.
— Tienes razón ¿Qué planes tienes?
— Antes debemos salir de este lugar. Creo que se han dado cuenta
que alguien entro.
— ¿Eso crees? No creo que el haber golpeado a estos dos hayas echo
tanto ruido.
Salimos da la celda y bajamos por la escalera. Cruzamos un pasillo
que nos llevara a la gran entra principal. Pero un guardia se
encuentra parado en el medio para evitar que logremos escapar. Me
acerco a él de manera rápida y mientras blande su espada. Busco
golpearlo antes que la logre levantar.
Algo inusual pasa. No
llego a tocarlo y el guardia no levanta su espada. Lo observo más de
cerca y se encuentra inconsciente. De pie, pero inconsciente. Su
fuerza de voluntad ante su deber me llega a impresionar. Pero no
tarda mucho y se desploma en mis brazos noqueado. Con suavidad busco
dejarlo recostado a un lado.
— Esa es la fuerza del gran león blanco. Ya ni los tienes que tocar
para derribarlos — dice Meredid —.
Nos dirigimos a la entra principal. Las grandes puertas se
encontraban abiertas. Muchos guardias se encuentran noqueados y mal
heridos.
— Ahora sé porque querías huir tan rápido.
— Tú crees. Me pareció que eran más que un par de guardias.
La noche nos protege y permita que escapemos sin que nadie nos vea.
Al día siguiente carteles con mi rostro adornan la ciudad. Soldados
reales me buscan por traición. Evito salir durante el día, pero una
preocupación me arrastra a la calle.
Agarro una capa y Meredid trata de evitar que salga. La miro a los
ojos y ella solo se aparta. Camino entra calles y callejones poco
transitados para evitar cruzarme con personas. Llevo tapado mi
rostro con una capa que apenas me llega a las rodillas. Ciudadanos
me ven solo pasar. Algunos me reconocen y solo deciden
ignorarme.
Luego de barias calles y esquivando soldados reales llego a mi
casa. Entro por la puerta trasera con el gran deseo de volver
abrazar al amor de mi vida. La casa se encuentra toda destrozada.
Corro por toda la casa gritando. Y no encuentro a Labán.
Subo a nuestra recamara. Por la ventana observó una gran multitud
agrupada. Me acerco cautelosamente por el borde de un callejón. En
el centro se encuentran cinco soldados liderados por Barton y un
hombre arrodillado. Lebán levanta su rostro lleno de lágrimas. Aun
tenia puesta el kimono que le regale en su cumpleaños. Se encuentra
arrodillado, con las manos atadas y sin poder hacer nada.
Vecinos observan temerosos y con ira. Labán se da cuenta de mi
presencia. Doy un paso para irlo a rescatar. Pero con un gesto de
negación y su mirada me detiene. Sabe que no podré hacer nada sin un
arma. Braton saca su espada y levanta su filo. Dos vecinos buscan
interponerse, pero los demás guardias los atacan brutalmente.
— Mi amor, no puedo evitarlo.
Mis lágrimas caen sin poder pararlas. Él sonríe ante su ejecución.
Braton declara que esto es un ejemplo para todo aquel que desee
cubrir a un criminal.
El filo cae rápidamente. Y en se momento las calles se empiezan a
teñir de rojo. Mi humanidad comienza a morir y mi mundo se tiñe de
gris. Cierro mis ojos entre lágrimas. Gritos de vecinos inundan el
aire. Acaban de matar al ser más bondadosos y amado de Brotan.
Le doy la espalda a la ejecución y entre lagrimas camino. Recuerdos
no me dejan caminar. Su piel, su aroma y sus labios jamás los volver
a tocar. Me siento impotente y sin razón para pelear.
Meredid me encuentra
tirado en un callejón con los ojos cerrados y son poder abrirlos.
Ella y dos personas más me levantan y meten a una carreta. Yo sigo
sin reaccionar. Pero de manera rápida nos vamos de lugar.
Llegamos a una antigua iglesia. Meredid me guía. De mis ojos
cerrados siguen brotando lágrimas y mis labios sellados no puede
surgir ninguna palabra.
Pasan unos días. Y nos mantenemos escondidos debajo el suelo. Yo
sigo sin poder hacer nada. El recuerdo de su ejecución me ataca
repetidas veces. De mí solo queda un cascaron vacío y postrado en
una cama sin poder pedir que terminen con su sufrimiento.
Meredid en un momento entra a la habitación. Me encuentra sentado
en la cama. Sigo sin abrir los ojos y sin poder gesticular una
palabra.
— Samuel. Sé que perdiste al ser que más amaste en tu vida. Pero
están pasando muchas cosas. Braton se fue del reino y al poco tiempo
volvió con todo el ejército. Rumores dicen que una atrocidad muy
grande realizo el ejército de Brotan. Y por esa razón las grandes
fuerzas de la unión vienen al reino. Además, la muerte de Labán no
fue tomada bien por el pueblo. El reino se está cayendo y necesita a
su gran león blanco. Hoy vendrán grandes aliados y aremos en una
reunión en la sala común. Te necesitamos hay. Labán quisiera que
peles. — queda unos minutos en silencio —. Chicos entre lo que
trajimos. — dos soldados de la resistencia entran con una caja larga
y bien decorada. La dejan a los pies de Samuel —. Esto es un regalo
de Labán. Lo estaba forjando para darte en tu cumpleaños. Lo logre
rescatar de su herrería antes de que lo encuentren los soldados.
Espero te ayude. — la tigresa sale de la habitación y deja a Samuel
solo con el regalo —.
Un pequeño rayo de sol entra por un agujero en la pared. La caja se
encurta abierta frente a mí. El rayo de sol rebota en un objeto
brillante y toca mis ojos. Siento como si una mano cálida secara mis
lágrimas.
Cadenas se rompen y un respirar profundo sale de mi interior. Con
mis manos sujeto el regalo de Labán. Es una espada nueva. Con las
puntas de mis dedos siento sus bordes afilados. Dos dientes filosos
se asoman de la oscuridad. Al empuñarla se siente ligera, a pesar de
su tamaño abismal. Sigo sin poder abrir mis ojos. En la oscuridad se
escucha un caminar liguero, pero de una bestia colosal.
Un rugido abismal hace temblar el reino. Con el trae una gran
fuerza llena de deseo de libertad y venganza. Los nobles se
encierran en el castillo y son protegidos por su gran ejército.
Meredid con coroneles aliados, soldados, granjeros, herreros y los
demás cuídanos encabezan un asedio al castillo. Luchan ferozmente
contra el gran ejercito de Brotan. Pero todos son repelidos por la
fuerza del ejército real.
— Un simple ejército de campesinos, veteranos de guerra y soldados
rebeldes cree que podrá contra el gran ejército. — grita Braton —.
Si se rinden y entregan a sus líderes le perdonaremos sus vidas.
El pueblo de Brotan huye. Meredid los llama a la batalla. Pero
muchos corren por su vida.
Con pasos ligeros entran al capo de batalla. Una bestia de gran
tamaño se dirige a pelear. Soldados y ciudadanos que lo observan
retoman sus armas.
Labán ha muerto y con
el murió mi humanidad. Las cadenas se han roto, el león es libre y
levanta para pelear.
La gran figura se pone a al frente de la batalla. Muchos se vuelven
a reagrupar. Herreros toman sus grandes martillos. Soldados sus
espadas. Ciudadanos toman palos, piedras, cuchillos y herramientas
que tenían en su casa. El atardecer cae en la gran sabana de Brotan.
Las melenas de su cuídanos brilla con el calor de la batalla y los
posibles últimos rallos de sol que podrían ver en sus vidas.
La gran bestia blanca mueve su melena. Respira profundamente.
Levanta su gran espada llamando a la batalla a todos los corazones
libres de brotan. El gran león blanco abre sus ojos. Y observa solo
a quien desea matar.
La furia se siente en aire. El peño ejército revolucionario no se
achica ante el gran ejército real. Samuel suelta su respiración. Con
un gran rugido bestial da la señal. Y todos se preparan para
pelear.
El ejército real quiere avanzar para atacar y acabar con todos
ellos de una manera brutal. Pero el horizonte se llena de banderas y
estandartes. Ejércitos de reinos aliados y reinos desconocidos
rodean a Brotan.
Liderados por su gran tigre blanco, Los revolucionarios atacan
ciegos de ira. Y Braton decide no retirarse de la batalla. Lidera al
ejército real para aprovechando su ventaja numérica.
Soldados de ambos bandos caen. El ejército real no resiste tanto.
Los corazones deseosos de libertad pelean con una fuerza y una
ferocidad despiadada. Dejando al gran ejercito sin oportunidad.
El gran león blanco avanza entre las líneas enemigas. Destroza a
todo aquel que interviene su paso. No quita los ojos de su verdadero
objetivo.
Braton se prepara con sus espadas mientras la gran bestia blanca
sea acerca. Un gran escuro real se interpone en el camino. Samuel
empuña firmemente su espada. El escudero busca poner su gran y
resisten escudo en el camino de su espada. Un filo despiadado movido
por una fuerza monstruosa de la manera rápida corta al escudero y
escudo por la mitad.
Su pelaje blanco platinado es manchando por la sangre. Su mirada
profunda se fija en su presa.
El león ataca rápidamente. Braton usa su gran velocidad para
esquivar sus ataques. Los ataques de la gran espada destrozan el
campo de batalla.
— Con esa gran espada no me lograras tocar.
Samuel hace un giro brutal. Suelta el gran filo arrojándolo hacia
Braton. Pero él logra esquivar la gran espada tras girar y tirarse
para atrás.
— Eso estuvo cerca ¿Pero ahora que aras sin tu gran espada?
Braton se reposiciona rápidamente. Corre preparado con sus dos
espadas para matar. El gran león banco no da señal de querer huir
ante su muerte fatal. Braton con un gran grito de batalla ejecuta su
ataque. Samuel solo se corre a un costado. Su presa divisa por el
rabillo de su ojo un filo brillando intensamente. Sus espadas salen
volando con sus manos sujetas a ellas. Dos cortes precisos por
detrás de sus rodillas se hacen notar. Y lo obligan a caer
arrodillado.
— Un filo oculta dentro de otra espada — con una sonrisa en el
rostro y con lágrimas de alegría exclama —. Esa es la herrería de
Labán. Es su arte. Siempre pone su espíritu en sus obras. Sé que él
me perdonaría mi vida. Pero a pesar de todo, estoy feliz en él final
de mi vida.
— Pero yo no soy Labán.
El gran león banco mira a su presa ya acabada, tirada y sin poder
correr. De una manera respetuosa acaba con su vida. Con el filo
elegante de sus dientes corta su cuello de manera limpia y rápida
para acabar su sufrimiento.
La guerra acaba. El ejército real se rinde. Los nobles son
retirados de sus cargos y expulsados del reino. El rey fue
castigado. El renacer del bosque de Calem será su cárcel y su tumba.
La sabana retoma su equilibrio y paz. Su líder es elegido por el
pueblo. Y la gran alianza se retira de Brotan.
Meredid llega a la casa de Samuel con su armadura elegante. Toca la
puerta, la encuentra abierta y decide entrar.
— Hola. Samuel soy Meredid. La puerta está abierta y yo solo pase
¿Estás listo para el desfile? Es el festejo de la liberación de
Brotan ¿Samuel donde te fuiste?
Pero solo encuentra una casa sola, fría y sin ningún rastro de que
alguna vez Samuel y Labán hubieran vivido hay.
Un gran león corre libre en la gran sabana. Y la vida del gran
león blanco de Brotan solo pasa a ser una historia más, una
leyenda que será parte del folclor de lugar. Y la vida de Samuel y
Labán solo sus verdaderos amigos la conocerán.
Fin.
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Para mi lector:
Te invito a que dejes tu comentario. Tanto aquí como en mis redes
sociales. En él me puedes pedir una historia. Pude ser cualquier
género, dándome un personaje o situación. Y yo la escribiré sin
problemas. Ya que la creación de mis relatos es para probar,
aprender diferentes géneros y salir de la zona de confort.
Espero tu desafío. Y porque tú también eres una gran parte de mi blog.
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