La fiesta final.
Prologo:
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La fiesta final.
Camino por la calle chocando y pateando las latas que están tiradas.
En todas las esquinas se encuentra montañas de bolsas con basura. Mi
cuerpo está cubierto por este traje amarrillo que siempre me coloco al
salir de casa. Ya no recuerdo la sensación del aire y la lluvia
tocando mi piel.
En estos días cada vez que llueve tenemos que cubrirnos en un techo
de cemento o nos puede matar. Las calles están cada día más
abandonadas y menos personas se ven caminar. Pero la basura se acumula
cada vez más.
El humano ha abarcado, construido y poblado el noventa y cinco por
ciento de la superficie terrestre. Los grandes incendios en las selvas
se llevaron casi todo el tiempo de las noticias. El aire es espeso que
no se puede respirar si uno no lleva su máscara. Los gobiernos dicen
que tiene planes para que todo vuelca a ser normal. Las ciudades están
calladas y sin orquestas de motores. La gasolina solo los ricos la
pueden pagarla. Me subo al subte ya que es el eléctrico y lo único que
puedo pagar. Aunque el viaje de hoy es gratis para todos.
Grandes zonas de las ciudades se han quedado sin luz y sin gobierno
luego de las revueltas en la gran crisis del agua potable que cada día
se vuelve más escaza y más cara. Ya los pocos que quedamos estamos
cansados de pelear. Y decidimos festejar hasta no dar más.
Hoy es el gran día. El gobierno anuncio que todo va a cambiar.
Nosotros lo sabemos, aunque no nos digan. Nosotros sabemos que los
grandes ricos y poderosos nos van a abandonar. Los que quedamos
decidimos festejar, aunque sea el último día que nos queda a la
humanidad. Si a esto se lo puede llamar humanidad.
Me acercó a la vieja costanera caminado porque el subte ya ha dejado
de funcionar. Recuerdo que solía juntarme con amigos a pasar una tarde
de domingo. Llena de árboles y personas que venían a caminar. Ahora
solo es un manto de tierra desolada. Y mientras me acercó esquivando
las calles bloqueadas por basura más trajes amarrillos se unen a mi
andar.
Llegamos a la costanera donde nos pondremos a festejar. Desde este
lugar podemos admirar lo poco que queda de la ciudad. Edificios
caídos, puentes a punto de ceder, vehículos destruidos, el agua se
tiñe de varios colores y su cuerpo se ha vuelto aceitoso. No pregunten
por los peces. Hace más de un año que no los veo.
Grandes pantallas en todo el mundo con una cuenta regresiva decoran
las plazas centrales y todos los lugares donde grandes grupos de
personas se solían cruzar.
Llegamos algunos trajes amarillos y de apoco muchos más se nos unen a
la gran fiesta final. Un hombre sentado en una reposera sobre su
Lamborghini me dice.
— Despréndete de ese traje como yo y siente esta hermosa briza en tu
piel.
Me saco mi traje y empiezo a sentir un calor que rodea mi piel. Me
saco la máscara y un olor profundo y crudo entra e invade todo mi ser.
El hombre sentado arriba de auto proclama azotando su lata de cerveza
tibia.
—Libérense de todo y permítanse sentir el gran poder del humano en
todo su esplendor.
La cuenta regresiva llega a cero. Y de lejos en todas partes del
mundo se ven grandes luces brillar. Los cohetes de los ricos empiezan
a despegar. Nosotros ya lo sabíamos. Todos esos toques de quedas,
control poblacional y dejar que nos aplastemos entre nosotros era para
tapar la gran huida antes de la fiesta final. Observamos los cohetes
ajeándose cada vez más y atravesando el manto de nubes grises y negras
que no tiene final. En un momento los cielos del mundo se llenan de
una luz cegadora que nadie puede ignorar. Tras ella se hace resonar un
gran estruendo. Y al poco tiempo el manto gris se tiñe de machas
rojas. El fuego en el cielo comienza brotar.
Hemos destruido tanto el planeta que él no nos dejara escapar. El
gran rugido de una vestía liberada se escucha resonar. Sus pisadas
hacen temblar todo lo alguna vez a echo por la humanidad. Los
pocos edificios que quedan caen sin resistencia y pesar. Volcanes
explotan alrededor del mundo haciéndolo que todo tiemble más. Las
aguas de las todas las costas se alejan sin dudar. El hombre del
Lamborghini me mira y me dice al regalarme una de sus dos últimas
latas.
— Tomémonos estas dos últimas cervezas del final.
Observamos como todos bailan, sonríen, se dan un último beso y se
abrazan en la fiesta final. Abro mi cerveza, la empiezo a tomar. En
lo lejos y de manera fugaz una luz con sus grandes llamas a todos
nos termina por abraza. Y en el universo el brillo de una estrella
comienza a hacerse notar.
Camino por la calle chocando y pateando las latas que están tiradas.
En todas las esquinas se encuentra montañas de bolsas con basura. Mi
cuerpo está cubierto por este traje amarrillo que siempre me coloco al
salir de casa. Ya no recuerdo la sensación del aire y la lluvia
tocando mi piel.
En estos días cada vez que llueve tenemos que cubrirnos en un techo
de cemento o nos puede matar. Las calles están cada día más
abandonadas y menos personas se ven caminar. Pero la basura se acumula
cada vez más.
El humano ha abarcado, construido y poblado el noventa y cinco por
ciento de la superficie terrestre. Los grandes incendios en las selvas
se llevaron casi todo el tiempo de las noticias. El aire es espeso que
no se puede respirar si uno no lleva su máscara. Los gobiernos dicen
que tiene planes para que todo vuelca a ser normal. Las ciudades están
calladas y sin orquestas de motores. La gasolina solo los ricos la
pueden pagarla. Me subo al subte ya que es el eléctrico y lo único que
puedo pagar. Aunque el viaje de hoy es gratis para todos.
Grandes zonas de las ciudades se han quedado sin luz y sin gobierno
luego de las revueltas en la gran crisis del agua potable que cada día
se vuelve más escaza y más cara. Ya los pocos que quedamos estamos
cansados de pelear. Y decidimos festejar hasta no dar más.
Hoy es el gran día. El gobierno anuncio que todo va a cambiar.
Nosotros lo sabemos, aunque no nos digan. Nosotros sabemos que los
grandes ricos y poderosos nos van a abandonar. Los que quedamos
decidimos festejar, aunque sea el último día que nos queda a la
humanidad. Si a esto se lo puede llamar humanidad.
Me acercó a la vieja costanera caminado porque el subte ya ha dejado
de funcionar. Recuerdo que solía juntarme con amigos a pasar una tarde
de domingo. Llena de árboles y personas que venían a caminar. Ahora
solo es un manto de tierra desolada. Y mientras me acercó esquivando
las calles bloqueadas por basura más trajes amarrillos se unen a mi
andar.
Llegamos a la costanera donde nos pondremos a festejar. Desde este
lugar podemos admirar lo poco que queda de la ciudad. Edificios
caídos, puentes a punto de ceder, vehículos destruidos, el agua se
tiñe de varios colores y su cuerpo se ha vuelto aceitoso. No pregunten
por los peces. Hace más de un año que no los veo.
Grandes pantallas en todo el mundo con una cuenta regresiva decoran
las plazas centrales y todos los lugares donde grandes grupos de
personas se solían cruzar.
Llegamos algunos trajes amarillos y de apoco muchos más se nos unen a
la gran fiesta final. Un hombre sentado en una reposera sobre su
Lamborghini me dice.
— Despréndete de ese traje como yo y siente esta hermosa briza en tu
piel.
Me saco mi traje y empiezo a sentir un calor que rodea mi piel. Me
saco la máscara y un olor profundo y crudo entra e invade todo mi ser.
El hombre sentado arriba de auto proclama azotando su lata de cerveza
tibia.
—Libérense de todo y permítanse sentir el gran poder del humano en
todo su esplendor.
La cuenta regresiva llega a cero. Y de lejos en todas partes del
mundo se ven grandes luces brillar. Los cohetes de los ricos empiezan
a despegar. Nosotros ya lo sabíamos. Todos esos toques de quedas,
control poblacional y dejar que nos aplastemos entre nosotros era para
tapar la gran huida antes de la fiesta final. Observamos los cohetes
ajeándose cada vez más y atravesando el manto de nubes grises y negras
que no tiene final. En un momento los cielos del mundo se llenan de
una luz cegadora que nadie puede ignorar. Tras ella se hace resonar un
gran estruendo. Y al poco tiempo el manto gris se tiñe de machas
rojas. El fuego en el cielo comienza brotar.
Hemos destruido tanto el planeta que él no nos dejara escapar. El
gran rugido de una vestía liberada se escucha resonar. Sus pisadas
hacen temblar todo lo alguna vez a echo por la humanidad. Los
pocos edificios que quedan caen sin resistencia y pesar. Volcanes
explotan alrededor del mundo haciéndolo que todo tiemble más. Las
aguas de las todas las costas se alejan sin dudar. El hombre del
Lamborghini me mira y me dice al regalarme una de sus dos últimas
latas.
— Tomémonos estas dos últimas cervezas del final.
Observamos como todos bailan, sonríen, se dan un último beso y se
abrazan en la fiesta final. Abro mi cerveza, la empiezo a tomar. En
lo lejos y de manera fugaz una luz con sus grandes llamas a todos
nos termina por abraza. Y en el universo el brillo de una estrella
comienza a hacerse notar.
Fin.
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Para mi lector:
Te invito a que dejes tu comentario. Tanto aquí como en mis redes
sociales. En él me puedes pedir una historia. Pude ser cualquier
género, dándome un personaje o situación. Y yo la escribiré sin
problemas. Ya que la creación de mis relatos es para probar, aprender
diferentes géneros y salir de la zona de confort.
Espero tu desafío. Y porque tú también eres una gran parte de mi blog.
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